domingo, 13 de mayo de 2012

Plumas de Fénix

Hay momentos en que me encantaría poder reprimir aquello que estoy sintiendo. Más que nada porque estoy acostumbrada a hacerlo, tanto que me resulta natural. Era mi forma de resignarme ante eso que no podía cambiar, las confusiones que me molestaban o bien, el dolor. Y no me parecía mal, en realidad. El otro camino es ir a hacer mierda a la fuente del dolor y ¿qué gano con eso, más que ensangrentar mis puños? Fue lo que hice durante casi toda mi vida, hasta que empecé a enterrar los sentimientos y ser más fría.
Es una forma de decir, por supuesto.
Estoy, cómo me dijiste, intentando enfocar aquello que no puedo tener, hacia otros aspectos de mi vida. El sentimiento es el mismo, básicamente, pero el objetivo puede cambiar, sólo que en vez de invertirlo en lo que no puedo tener, lo dirijo a incrementar lo que ya dispongo… aunque la palabra suene fea.
Si acepto el dolor, lo estoy dejando ir… eso lo entiendo. Y también que no sea fácil el proceso. Ojalá no fuera tan complicado. Considero que hay un principio de cambio imperando en mi interior, lo cual es positivo. A veces uno necesita escuchar lo que piensa en la boca de otros, sino no reacciona o no ve que es lo correcto.
Lo que no creo que se modifique jamás, es mi impaciencia y la curiosidad. No quiero que se vayan, entonces, ¿por qué deberían de hacerlo, no? Quien sabe… no puedo manejar todas las variables que surjan con el pasar de los días, semanas o años. ¡Y no me digas que eso no es importante! ¡No me gusta resumir lo que pasa en una frase sola!
Me encantaría poder decirte el 100% de las cosas que pienso o siento. Y no puedo, no sé por qué. Será tu mirada lo que atemoriza o tu juicio. Tal vez que intentes profundizar en mi dolor, cómo un hierro candente en la herida. Puede ser qué la acción de poner en palabras... son tantas las razones que no sé cual darte...

Durante tanto tiempo, sentí el fuego de mi Espíritu recorriendo mis venas, pidiéndome a gritos justicia, el pago de los pecados de los demás y cada vez que lo hacía, creía que perdía una parte de mi misma. Por eso ignoré por casi un año el impulso. Desde hace unos meses, me di cuenta que no desaparecía nada en la ejecución y recién hace unos días estoy aprendiendo a hacerlo sin ponerme mal.
Asumo no solo a mi tarea, sino que le doy la bienvenida al Fuego que siempre fui. O escudo, cómo le quieras llamar. Yo prefiero una pluma de Fénix *y sonríe* Ni siquiera la balanza...

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