jueves, 28 de octubre de 2010

A Sort of Homecoming

Es un cuento corto que escribí hace mucho. Así es, mis odiados lectores: hoy no ando inspirada. Enjoy or die in sorrow!

"Eine Rosenrot uber der Schnee"
Era hora de irse. Caminaba en el aguanieve torrencial, sobre la nieve recién caída, atravesando valles olvidados. Estaba descalza y a pesar del frio invierno, no temblaba y esa nieve le era cálida. Trataba de recordar su vida, sus ultimas memorias; no lo lograba, pero no le dio demasiada importancia. Tenía la certeza de que había pasado ya el Tiempo, su deseo y dolor. Estaba curada.

Andaba sobre un paisaje de ensueño, le parecía que aquello era todo el Mundo. Corrió por la tierra soñada, el extasis de la carrera la invadió. Solo sabía que debía llegar esa noche. Todo nieve y blancura, ese era su camino de escape.

Hubo un momento que vio ruinas, piedra y metal, remolinos de polvo que parecían paredes grises. Un terreno muy atropellado para cruzarlo normalmente, porque eran restos inmensos. Ella sabía que era una ciudad, presente o pasada. Sonrió para si, porque no lo creía imposible y volvió a correr encarando aquello sin resistencia.

Al correr, recordó haber vivido al costado de un camino real, en la ladera de una montaña viendo el nacer de un valle bozcoso. Un bosque infinito, una sensación de sofoco en la garganta; la tierra crecía salvaje e indómita. Y con ese recuerdo le llegó una canción antigua, de melodía simple y hermosa, parecida a un conjuro.

Y continuaba a una velocidad increíble, jamás alcanzada; y decidió nunca más mirar atrás. Llegaría esa noche, en la altura. El viento huracanado sacudía las copas de los arboles nevados, rasgaba el velo blanco del cielo; un rayo ensordecedor cruzó su mente, o eso le pareció, no eran palabras, solo un grito. Esa noche, habría un camino, un puente invisible entre el mar y las montañas. Vio el cielo nublado y gris, caer la nieve cómo lluvia ardiente sobre su cuerpo velóz, sin embargo, los copitos no llegaban a tocarla.

Podía escuchar su corazón de latidos tan suaves y sonoros, cruzando lluvia y nieve. Por esos valles de inviernos oscuros y luminosos a la vez.

Y una luz en la distancia brilló, había dejado de nevar. El invierno pasó, abriéndole paso a la vida de primavera. Y el calor la envolvió. Sin angustias ni llanto, porque esa noche, estaba volviendo a casa. Finalmente llegaba a casa.

“Bienvenida”

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